No hay falopa más adictiva para un político que las campañas electorales, ni hablar para un oficialismo de cara a las presidenciales. Meses donde lo único que se busca son anuncios que por más tirados de los pelos sean todo vale, proyectos que se ahuman para evidenciar que sólo la convicción del candidato lo hará posible frente a un opositor que lo destruirá todo.

En la vorágine presidencial 2023, surgió el anunció del lanzamiento de la Agregadora Musical Argentina A.M.A., presentada desde el INAMU en convenio con el Ministerio de Cultura a través de un acto oficiado restando dos meses para las elecciones. La nueva agregadora vendría a solucionar una problemática del mercado, en la cual los artistas deben pagar para subir música a plataformas. 

El por entonces Ministro de Cultura la presentó como, y cito textual, “la herramienta clave por la disputa de la soberanía musical”, haciendo a su vez una obsecuente referencia a que sólo fue posible gracias al rol del candidato presidencial oficialista quien dispuso de fondos para su desarrollo. 

Saliendo del éxtasis del ex Ministro Bauer, dos simples preguntas, ¿subir música a spotify es una disputa por soberanía?, ¿el candidato la puso de su bolsillo?. No y no. 

Soberanía y gratuidad, palabras que en campaña garpan, fueron el eje central del lanzamiento de AMA, la cual al momento del anuncio no estaba ni cerca de ser puesta en servicio. Recién en abril del 2024, la agregadora comenzó a estar disponible, y si bien podríamos festejar su implementación como herramienta para la música independiente, es necesario indagar acerca de su funcionamiento y la modalidad que propone.

En primer lugar, la agregadora fue presentada como la solución a una problemática del sector cuando en realidad el mercado de las plataformas ya tiene muy desarrollado el sistema de intermediarios para subir música, desde agregadoras y distribuidoras gratuitas hasta agencias que brindan servicios más amplios y de todo tipo, tanto arancelados como no arancelados. Podríamos decir que AMA viene a insertarse tarde en un mercado consolidado y sin ofrecer nada nuevo. Si la novedad es por ser de uso “gratuito”, lo más factible es decir que viene a cagarle los ingresos a las agregadoras nacionales instaladas o en vías a instalarse, por servicios que en definitiva no son caros, pero bueno, eso de invertir para ganar no les gusta nada.  

Seguir insistiendo en la “gratuidad” engañosa sabemos a lo que conduce, nada es gratis y menos en el mercado musical. Por prestar los servicios, la agregadora del INAMU retiene el 15% de lo recaudado de las reproducciones, es decir, lo mismo que cualquier otra agregadora gratuita del mercado. Entonces, si vamos a lo “gratuito”, que sea en serio.

AMA tuvo un presupuesto de u$s 400.000 para su desarrollo provenientes del Ministerio de Cultura, no aclaran si tuvo otras partidas. Entonces la “gratuidad” se diluye al conocer que estamos garpando para que la puedan usar “sin costo” a través de un Instituto que se vende como público pero no Estatal, por más que su fuente principal de financiamiento provenga de las arcas del Estado. Es decir, la agregadora debería y podría ofrecer una tarifa diferenciada en cuanto a las retenciones a los músicos que justifiquen su “soberanía”. 

Por el lado del funcionamiento, la agregadora obliga al usuario a tener que presentar registros y códigos que la hacen sumamente más burocrática que el resto de las agregadoras existentes, incluso de las gratuitas. En la web del INAMU encontrarás un archivo descargable de 16 páginas con el instructivo para subir tu música.

Para empezar, su uso es sólo para músicos registrados ante el INAMU, quienes primero deben solicitar un Código de Acceso para poder utilizar la agregadora, estos son limitados y se entregan por provincias. Léase, sacá número. 

Una vez que el músico logra obtener el Código de Acceso, para subir canciones en AMA debe presentar el Código ISRC y la declaración de los fonogramas ante CAPIF y la DNDA. Situación que otras agregadoras no sólo no le exigen al usuario, sino que además ya generan el propio código ISRC. Empresas como DistroKid, TuneCore y CD Baby, aunque cobran tarifas o comisiones, suelen tener procesos de inscripción más rápidos y menos burocráticos, ofrecen servicios adicionales y pueden generar automáticamente los códigos ISRC necesarios.

A simple vista, AMA parece estar atrapada en la telaraña de instituciones públicas que deben ser parte obligada en su utilización, que si el objetivo de la agregadora es fomentar los registros ante CAPIF, AADI, SADAIC y DNDA, este no sería el camino ideal.  

Otro aspecto que la hace menos atractiva para los músicos son las liquidaciones de las regalías de las reproducciones, las cuales son de manera cuatrimestrales, un lapso de tiempo demasiado largo teniendo en cuenta el contexto económico. AMA transfiere el 85% de lo recaudado únicamente por transferencia vía CBU y al tipo de cambio a dólar oficial.

Aunque AMA tiene el potencial de ser una herramienta valiosa, necesita superar sus propias trabas para verdaderamente beneficiar a la comunidad musical y replantearse las comisiones para justificar su inversión pública. Su lanzamiento, realizado en un contexto electoral, ha sido más un movimiento político en búsqueda de ganar apoyo más que en promover una estructura que brinde soluciones a un sector que ya contaba con prestadores de iguales características con menos burocracia y servicios automatizados.  

La sostenibilidad y éxito de AMA dependerán entonces de su capacidad para simplificar estos procesos y ofrecer ventajas claras sobre las agregadoras privadas existentes, y si lo que molesta son las extranjeras, deberá tener cuidado en no barrer con los potenciales desarrollos nacionales.