Los espacios de música en vivo desempeñan un papel vital en la vida cultural y social en sus localidades. Por eso es importante como estos son concebidos en el imaginario de sus habitantes. La opinión pública que generan en la comunidad repercute, tanto para bien como para mal, en la sostenibilidad del espacio. Facto.

En numerosas charlas suele hablarse de tal o cual espacio, y es muy común ver como las percepciones que se forman en el público son de lo más variadas. Por lo general, la imagen de “Centro Cultural o Centro de Arte” tiene una acepción que tiende a lo comunitario, evocando más hacia un valor cultural de participación y de encuentro, mientras que el “lugar donde tocan bandas” genera otro tipo de imagen, quilombo, molestias, comportamientos violentos, peleas y todo eso que ya sabemos. Es más, creo que llegamos a un punto en que nos auto percibimos así por defecto, como si fuese un manual del mkt de la rebeldía. Pero no, no es la idea responder a esos rótulos, sino por el contrario, es ver qué hacemos con el lugar en que se nos coloca dentro de la escena cultural.

El famoso rompan todo es una concepción punk/rockera que colaboró a crear esa figura de que estamos en un lugar donde no hay reglas y todo está permitido. Pero la experiencia muestra que estas audiencias son de las que más respetan y cuidan a los espacios que les abren las puertas.

Del mismo modo en que debemos prepararnos para lograr la habilitación municipal luchando contra el cagazo de los funcionarios por autorizar nuestro proyecto, lo mismo ocurre cuando necesitamos que el público concurra a nuestro espacio, que sienta que somos un lugar seguro, pensado para el disfrute de la música en vivo y no como un antro de violencia y descontrol por más que la fachada esté pintada de negro.

La cuestión de la identidad en nuestro sector es verdaderamente compleja. Los espacios de música en vivo nacemos con ese concepto instalado, potenciado en algunas ciudades más que en otras dependiendo de sus antecedentes, es una realidad a nivel global, es como iniciar por default una actividad de riesgo. Por eso debemos encontrar maneras de mejorar la imagen pública sin sacrificar nuestra identidad y los modos de producir, ya que son parte fundamental de nuestro carácter y atractivo hacia la audiencia.

En una fiesta nacional, el alcohol estaba prohibido en las jornadas con espectáculos de rock, pero se autorizaba en los shows de folklore, luego, al darse de baja la ridícula restricción, adivinen dónde se registraron incidentes. Si, con el Chaqueño.

Por esto mismo, el desafío radica en encontrar un equilibrio que permita a nuestros espacios de música en vivo mejorar esa imagen pública sin adoptar una comunicación y estética que no corresponda. Una apariencia de centro cultural o comunitario para suavizar la presencia quizás resultaría de bastante utilidad, pero esta definición podría hasta destruir la esencia y el carácter del espacio al posicionarlo en un nicho que debe ser de uso libre, accesible gratuitamente y con propuestas que se apoyen más en lo ideológico, un rubro asociado a lo estatal. Te sorprendería ver la cantidad de gente que se cree con derecho a usar un espacio sólo porque paga impuestos. 

Por otro lado, este difícil equilibrio también se extiende a la cuestión de branding y patrocinio. Si bien el apoyo de auspiciantes y sponsors brinda oportunidades y recursos a los locales de música, también aunque no lo creas, puede parecer capitalista, explotador y erosionar el sentido independiente del espacio porque «se vendió» a las marcas. 

Cuando atraes una marca de cerveza, no falta el salame que salga a escrachar que tu espacio se vendió y transó por la guita, y si esa birra no es “local” es la mezcla justa para que lloren los que se creen defensores del pueblo.

En qué quedamos, ni hacerte el pobre ni ser comercial, lograr una identidad en el público que agrade a la mayoría es imposible.

Esto plantea la necesidad de que los lugares de música se diferencien de otros espacios que también programan música en vivo, pero esta diferenciación debe basarse en la calidad de la experiencia, la identidad del lugar, el profesionalismo del personal y sobre todo, el trato a los clientes. Es crucial para el sector de la música en vivo cambiar esta percepción pública a través de acciones que aporten una mejor reputación y preserven en todo momento su identidad.

Al hacerlo, nuestros espacios no sólo seguirán siendo una fuente vibrante de creatividad y de encuentro, sino que también serán reconocidos como bienes valiosos en la sociedad.