Escena, industria, mercado, ¿de qué están hechos cuando hablamos de cultura? De artistas, sobre todo. De ellos y de todos y todas quienes trabajan con, por y para ellos. Porque no sólo de artistas están hechas las escenas, las industrias y los mercados del arte, la cultura, el espectáculo y, por qué no decirlo también, el entretenimiento.
¿Existe en este tiempo una escena cultural en la ciudad?. Sí, pero no independiente sostiene Gustavo Zbrun en su libro Corten Tickets, un texto editado por el propio autor que resulta indispensable para pensar y debatir sobre cómo se trabaja la cultura, el arte y los espectáculos en una ciudad que alberga tres universidades, una de las cuales es justamente el Instituto Universitario Patagónico de Artes (IUPA).
Zbrun inició su carrera profesional con apenas 19 años como meritorio en cinematografía y producción audiovisual en Buenos Aires, participando en películas, publicidad y videoclips. Fue durante un rodaje con los, por entonces, pibes de Babasónicos, que encontró un formato que marcó un giro y comenzó a destinar sus proyectos más importantes hacia el trabajo con bandas. Mtv de los 90s generaba muchísima producción de videoclips, y para el sector audiovisual eran un oasis para la experimentación dentro de la actividad dominada por la publicidad.
De regreso a su ciudad, fundó una productora desde la cual se desarrollaron contenidos gráficos y audiovisuales a nivel nacional siempre ligados a la música emergente. Uno de sus productos se convirtió en una publicación referente de una nueva generación de bandas que comenzaban a surgir, y así trabajaron con El Mató, Banda de Turistas, Los Espíritus.
De 2011 a 2019, en su paso por la función pública, produjo festivales y shows para luego volver a la escena independiente materializando en C.C. Distrito todos los proyectos en enormes galpones sidreros abandonados de la época industrial de la ciudad.
No es extraño que este libro haya sido escrito a lo largo de este inclasificable 2023. Es que “Corten tickets”, cuyo sugerente subtítulo (nos dice) “No rompan nada”, revela una experiencia de más de 20 años de Zbrun en el ámbito de la producción de medios independientes, de espacios independientes y, lo que lo hacen más interesante aún, de la producción desde el estado, en este caso municipal, desde la hipermasiva Fiesta de la Manzana al festival Rock al Río.
Su última experiencia fue Distrito, la sala de conciertos que abrió junto a su hermano Marcos que inició a mediados de 2016 y que cerró en marzo de 2020 tras decretarse la cuarentena del coronavirus. Desde entonces, no volvió a abrir y ya no existe.
Los hermanos Zbrun, la cabeza de Rock Al Río, un festival que cerraba su escenario y llevaba a la gente a detonar los bares del centro de la ciudad donde tocaran bandas. (foto kalenet)
¿Por qué este libro? Responde Zbrun: “Fue una sumatoria de condiciones y experiencias sostenidas durante muchos años. A tres años de la famosa nueva normalidad sentí que ya era el momento de poner temas sobre la mesa, analizar seriamente el contexto con datos concretos y dejar preguntas que abran la discusión sobre nuestro escenario actual y el futuro artístico que le depara a las nuevas generaciones que se están formando en la ciudad”.
Puede leerse en “Corten tickets”: “Posicionar a la cultura únicamente como un hecho intangible y poético es excluirla de un sector productivo que está integrado por trabajadores. ‘Hacer cultura’ cuesta, no es un hobby, es un trabajo que tiene la virtud de ser portador de nuestra identidad, pertenencia y riqueza artística, pero sobre todo, es nuestra herramienta ideal para interpelar todo aquello que los sistemas gubernamentales nos imponen. Entonces, ¿por qué la hemos dejado en manos de funcionarios?”.
El libro interpela a todos los actores que integran una escena cultural, incluso el autor se permite interpelarse a sí mismo como gestor de espacios y eventos culturales, tanto desde lo público como privado. Zbrun sabe de lo que habla y su libro abre una discusión necesaria sobre cómo se gesta la cultura y cómo sus artistas deciden llevarla a escena. Es un libro polémico e inevitable, imprescindible para repensar los espacios, las propuestas y los modos en que las artes y los artistas, pero sobre todo los involucrados en la música en vivo, deciden sostener(se).
Distrito fue, durante ese tiempo, un espacio independiente que trajo a todo el indie argentino, desde Louta, Ca7riel, Bandalos Chinos, Juan Ingaramo, Huevo, Kumbia Queers, Marilina Bertoldi, Las Sombras, Mi Amigo Invencible, Morbo y Mambo a La Delio Valdez, jazzeros de excelencia, como Luicio Balduini, Oscar Giunta, Javier Malosetti y el pianista Hernán Jacinto, y la murga Agarrate Catalina. Además de bandas y solistas de la región que tuvieron la oportunidad con escenario, sonido y luces de calidad. Era una sala de conciertos independiente porque dependía de cortar tickets. (Foto Gonza Maldonado)
Para Zbrun, “la pandemia del covid 19 puso en evidencia innumerables falencias que venimos soportando durante décadas, no sólo en el ámbito cultural, sino en toda la esfera gubernamental. Mientras nos fundíamos y perdíamos nuestros espacios culturales hoy irrecuperables los dueños de lo público y sus aplaudidores tuvieron el descaro de vendernos que la salida era colectiva, que de esta salíamos entre todos y mejores. Hoy podemos decir que no solo no fue colectiva, sino que, además, lo primero que hicieron fue salvarse ellos. Hoy, en la ciudad el sector cultural no produce sin la firma de funcionarios y esto no es casualidad, esto es complicidad y es hora de comenzar a discutir estas problemáticas, porque un gobierno patrono en lo cultural no sostiene nada que atente contra su estatus, entonces, ¿qué tipo de industria cultural es esa que nos quieren vender?”.
Uno de los puntos que Zbrun analiza es el rol del estado en la cultura, de cómo esta solo subsiste a partir de aquella y de lo imposible que resulta para cualquier proyecto independiente lograr vender tickets en una escena dominada por ofertas libres y gratuitas, pero subvencionadas por el estado.
“¿Por qué debería importarle a un músico quién es el secretario de Cultura de turno?”, se pregunta Zbrun, al borde de la ironía.
Por eso, sostiene que “tenía que llegar a presentar el libro antes de las elecciones presidenciales para no quedar supeditado a un posible cambio de época, quería que durante sus gestiones asome este libro, que marque un principio del fin de una era que nos condujo a ser una ciudad culturalmente pobre. Que, más allá de lo económico, el sector cultural ha entregado lo único que jamás debería resignar: su espíritu rebelde y disruptivo, a cambio de algunos aportes estatales y pases a planta permanente”.
En este sentido, dice Zbrun en su libro: “Hoy, la cultura roquense depende casi en su totalidad de la presencia del Estado, el cual subsidia instituciones, contrata, paga alquileres, sueldos y cede espacios (…) Fomentar la entrada gratuita no es sinónimo de convocatoria de público, es una manera de decirle al artista que su trabajo carece de valor y convencer al público de que no hace falta pagar por un consumo cultural”.
No por nada uno de los capítulos se llama “El ticket te da alas”. En él puede leerse: “El ticket se convierte en la principal vía de monetización del espectáculo en la escena independiente, su venta decidirá si se gana o se pierde en la producción del evento (…) Entonces, vender tickets no debería ser considerado una sumisión del arte y la cultura al malvado capitalismo, sino, por el contrario, debería ser tenido como una herramienta para la independencia artística”.
Los reportes anuales que comunicaban desde CC Distrito reflejaban en números las actividades y el movimiento económico que generaba la producción de espectáculos. El objetivo: demostrar que la cultura es un verdadero motor económico que impacta en cualquier ciudad.
Sobre le hecho de escribir acerca de su experiencia como productor independiente de espectáculos y de espacios para shows, Zbrun aclara que siempre mantuvo el hábito de la escritura, haciendo informes o balances a modo personal para mejorar, para modificar o para anticipar escenarios desfavorables. “El libro es eso, una sumatoria de escritos donde abordo múltiples problemáticas, algunas que ni siquiera incluí porque sentía que ya era demasiado. Por eso, no disfruté escribir el libro, no es lindo ver el contexto en el cual trabajamos, invertimos durante más de 25 años y no quedó nada”.
Cuando un espacio cultural cierra, los propietarios del inmueble lo ponen rápidamente en alquiler y así se pierde toda posibilidad de recuperar el valor cultural que representó ese edificio en su comunidad.
Desde su lanzamiento, antes del balotaje, a la actualidad, “Corten tickets” agotó su primera edición, algo totalmente impensado, reconoce Zbrun. “Se está vendiendo la segunda tirada y los pedidos siguen llegando, lo que me demuestra que el sector necesitaba un golpe de realidad crudo, sin filtros. Las repercusiones que estoy recibiendo son muy positivas, de gente que acusó el golpe y siente la necesidad de comenzar a plantear cambios estructurales en nuestra manera de abordar a la cultura”.